miércoles, 6 de enero de 2010

ALUMBRAMIENTO TRANSEÚNTE.

Antes que las primeras luces del alba se asomen, salgo a buscar un útero de lata. Hago mi elección sin algún cuidado, me trepo como un arrugadito y húmedo ovulo en el órgano ambulante. Observo a los muchos habitantes de este pequeño espacio, al parecer todos los espermas fecundaron y se reduplicaron por montón. Entonces evoluciono en un feto resbaloso, me impulso en medio de mis compañeros de habitáculo momentáneo. Unos me piden que abra la boca para acomodarme sus extremidades, otros en cambio, corren sus traseros para que pueda acercarme hasta la oxidada vagina. En el trayecto, el útero se sacude. Hay unos fetitos precoces que gritan y sollozan, emitiendo sonidos que no servirán de nada. Encuentro un sitio denso donde me puedo "acomodar". Huele a arvejas, pepitoria, sancocho, pedos, sudor. Los párvulos seniles se siguen multiplicando.

Es hora de emerger, afortunadamente quede a tres pasos de la vulva que se abre y se cierra mientras unos obstinados fetos cuelgan de su clítoris de caucho. Hago vibrar el útero tocando su punto sensible. Un frenazo mortal arroja a uno de las criaturas una cuadra antes. Nadie ve nada. Intenta expulsarme, pujo mientras el útero me vomita como puede. Primero la cabeza, sin enredarme con los diez mil cordones umbilicales de lona, luego el brazo derecho y la mitad del tronco, espero parirme completa. Salen las piernas y un aire cargado de smock recorre mi sudoroso cuerpo. Volteo a ver, el útero de lata se aleja. No importa, mañana vendrá otro por mí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los ojos lectores disuelven las palabras creando un aire denso que invade una atmósfera futurista... En esas lineas se respira la tragedia de la vida futura... ya no importa para qué se nace sino cómo, la vida, aun artificia, se abre camino...

FeLiPe